jueves, 15 de diciembre de 2011

"¡Todos de pie... ahora siéntense!"

Por: Alfredo Jurado
En aquellos días, donde yo contaba la edad de sólo 3 años, mi mamá, mi padre, unos amigos, y yo por supuesto, hicimos un viaje a la isla La Orchila, en donde disfrutamos de lo hermoso de las playas, el clima y un poco del ambiente militar que en ese momento era “honorable”. Mientras paseábamos por las distintas instalaciones, pasamos por un cuarto de puras sillas y un podio. Entonces alguien de nosotros dijo: “Esto debe ser un cuarto de conferencias por el aspecto que tiene”. Y mientras los mayores revisaban las cosas que alrededor se encontraban, yo me dispuse a tomar palabra en el podio. Entonces comencé a ordenarles a todos que tomaran asiento. “Todos de pie… ahora sentados”, esas fueron mis primeras palabras cuando me subí y empecé a relatar nuestro viaje. Incluí en ese pequeño discurso las aves, la playa, lo bien que lo habíamos pasado con los amigos. Que mi papá jugaba con los cangrejos y mi mamá leía y disfrutaba los momentos. Hablé del cielo, las nubes, el mar, de todo. Todo lo hice con la fascinación con que lo haría un niño de sólo 3 años de edad. Fue mi primer gran debut como parlante sin botón de apagado. Hablé, no mucho, no me encadené, pero hablé, porque sentía la inspiración que me daba la presencia de mi papá en la sala, porque quería mostrarle el orgullo que él podría sentir de mí y porque quería mostrar lo bueno que era a los amigos presentes. A todos les gustó mi pequeño “discurso” porque, claro, me daban consejos y yo los hablaba en público y entonces ya cuando quería terminar, me dijeron: “Debes terminar con un buen cierre”, entonces dije mi frase célebre: “¡Y para finalizar, los quiero con todo mi corazón!” Seríamos 5 personas, pero el cuarto se calló en aplausos.

martes, 6 de diciembre de 2011

Algún día

Por: Alfredo Jurado
Algún día podremos ver lo que se nos ha prometido ver. Algún día seremos libres de poder decir lo que sea sin que eso traiga alguna consecuencia negativa. Algún día, seremos capaces de verdaderamente diferenciar entre lo bueno y lo malo. Seremos capaces de aceptarnos, de querernos, de respetarnos, de convivir juntos. Algún día podré decir “Te amo” o “Te odio” con una gran sonrisa en la cara que verdaderamente refleje el gran cariño y aprecio que siento hacia una persona, y tú también podrás hacerlo. Algún día llegaremos a aquella utopía en donde cada hombre y mujer podrá vivir como muchas personas han querido vivir: bien. Podremos romper las cadenas de la ignorancia y el ego y la prepotencia, podremos comprendernos entre sí, podremos ayudarnos. Algún día se verá que el mundo no esté lleno de tantos pros y contras. Podremos ver que las murallas serán cambiadas por puentes y en vez de estar reforzadas con armas, estarán reforzadas con bases fuertes, firmes e inquebrantables. Algún día, cualquier vestigio de tiranía, de dictaduras, de represiones y de revoluciones innecesarias quedaran olvidadas, no por la “amnesia de los pueblos”, sino porque por fin aprendimos que eso no lleva nada, quita todo, y deja vacíos inmensos en los corazones de las sociedades. Podremos vernos, algún día, no como un animal pensante, ni un ente material, ni mucho menos como una “cosa”… podremos vernos como lo que somos, como nos creó el Gran Creador, nos veremos como un conjunto de todo lo anteriormente dicho, seremos un ser lleno de a lo que lo material se refiere como a lo de la esencia hacen alusión varios filósofos. Seremos “aquello” que sueña, siente, experimenta, piensa, razona, habla, actúa, se mueve y se queda quieto, aquello que todos denominamos “ser humano”.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Mamón no es girasol

Por: Alfredo Jurado
Sentado y pensando, me di cuenta, que así como mi hermano dice: “Las buenas intenciones no preñan”, asimismo digo: “Mamón no es girasol”. Ahora, esto me llegó por algo de lo que se vive el día a día. Hoy, por ser un día de asueto, me he propuesto varias cosas que hacer, de las cuales, ninguna he llevado a lo material. No son cosas que se puedan considerar de carácter dificultoso, porque no lo son. El simple hecho de visitar a unos amigos o nadar un rato no son actividades difíciles, aunque los amigos no vivan cerca y el cielo no dé indicios de claridad. Pero son, esas decisiones, mamones. Porque, así como el mamón da vueltas en la boca de una persona o como el típico dicho venezolano: “Dando más vueltas que mamón en boca e' vieja”, las ideas daban vueltas en mi cabeza, las pensaba, las reflexionaba, me adentraba en ellas un rato largo y sin apuro, pensando en ellas y cómo las iría a materializar. Pero a causa de mi gran flojera y por el día de descanso que se dio casi caído del cielo y el cual, en parte agradezco, en parte no me agrada la causa, decidí dedicarme a la vagancia y descanso, recuperándome nuevamente de mi cansancio académico, y por lo tanto, no parar en cuenta de las ideas de mi mente. Ahora, ¿en dónde entra el girasol en todo esto? Si no se ha notado, en todo; porque el girasol florece, florece como lo debería hacer una acción después de una determinada acción razonada, florece como lo debería hacer mi disposición para llevar a cabo las ideas propuestas por mi persona, florece porque lo riegan y lo abonan con determinismo y ganas de ponerse en acción… Pero hoy, el girasol decidió ser lo que no es, ser mamón.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Uno platónico, otro aristotélico

Por: Alfredo Jurado
Después de la fabulosa velada que pase con mi madre escuchando y viendo al fabuloso “Cuatro de Venezuela” quien es Hernán Gamboa, nos fuimos, junto con un par de amigas de ella, a comer comida italiana cerca de nuestro hogar. Y mientras charlábamos, me preguntaron, ¿qué tal tu estancia en Miami? Yo, en lo personal pensé: “Dios, hasta cuando la misma y repetida pregunta.” Dije la típica respuesta: “bien”. Pero aparte me preguntaron, sobre mis escritos y que veían que en verdad eran buenos. Yo les conté que seguramente era hereditario, mi padre y mi hermano son dos grandes escritores, quienes los conocen, lo saben y no lo dudan. Pero aparte yo decidí contar el por qué me obligaron el tomar la decisión de este blog. Resulta que en los días en que pasé después de escribir mi último escrito en la columna de mi hermano, éste me insistía todos los santos días: “¿cuándo vas a escribir?”, y les conté a las presentes que él me decía que uno debía sentarse a pensar en lo que iba a escribir y no levantarse del asiento hasta tener algo escrito, lo que fuera. Entonces una amiga de mi mamá dijo: “Vaya, pero Bernardo parece intenso en sus decisiones”. En efecto lo es, al igual que mi padre, el hijo mayor, y toda la rama que le sigue, son intensos en lo que hacen y cómo lo hacen. Pero yo seguí hablando y dije que tanto padre como hijo eran iguales, sólo que uno era más platónico y el otro aristotélico. Mi padre podrá haber sido un hombre de decisiones puntuales, pero era muy idealista, muy enamorado: “Espera a que la musa, la intensidad del alma salga de ti para que se plasme en el papel”, mi hermano va directo al punto, hasta tal intensidad que te podría decir: “Cuando las neuronas se te activen y bajen directo a tu omoplato, sentirás el vibrar de las articulaciones que te llevarán a escribir.” Todo esto y más fue lo que dije esa noche de felicidad en la cual estoy seguro, habló más y daiquirí que mi razón.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Facundo Fatalicio

Por: Alfredo Jurado
“Mi nombre es Facundo Fatalicio. Soy un hombre de unos 58 años aproximadamente. Intento buscar lo bueno que en la vida dicen que se presenta, pero no lo logro encontrar. Cuando lo analizo todo, me deprimo, pues no encuentro eso “algo” que me llene y me haga feliz. He escuchado que no hay receta para la felicidad y que sí la hay; por eso todo me resulta difícil, pues todo lo que veo, escucho, observo, es contradictorio o siempre hay alguien que no está de acuerdo con lo estipulado y crea, mediante cualquier medio posible, alguna excusa para desbaratar alguna idea o método. Cuando pasa algo malo, siempre, pero siempre lo siento como si me hubiera pasado a mí y la depresión que entra en mi alma es tan grande que contagio a la gente que se deja contagiar. Siento también que soy un poco cínico o ácido en algunos aspectos de la vida. Intento siempre encontrar cosas que haga de esta naturaleza propiamente mía, su más alta expresión en mi forma de ser. La vida, tal cual como la describo, me es un poco pesada y siempre que sale algo a la luz que represente felicidad, lo debato hasta que no pueda más, aunque en la mayoría de las veces, siempre renuncio en mi intento.” Estimado lector, te cuento esta simple biografía de un hombre que ve todo color gris, sabiendo que puede verlo todo de otros colores, si crees que es necesario que alguien más a parte de tu persona, necesita leerlo, por favor hacedlo llegar, pues hace falta en su vida un poco de prisma combinación, perspectiva y amor, pero sobre todo, le falta encontrarse asimismo, ya que, si no se conoce, no puede ser feliz, y si no es feliz, ocupa un espacio que podría ser necesario para alguien más.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Nostalgia siento

Por: Alfredo Jurado

Como toda persona, como cualquier ser humano, siento el extrañar. Mis ser por dentro tiene la nostalgia de una cara familiar que le provea alegría y demás sentimientos positivos que hagan que mi espíritu, no se eleve exactamente, pero sí se sienta feliz y completo. Este sentimiento de nostalgia llega a mí cuando pienso…pienso en aquello que deseo ver muy pronto. El estar lejos de eso o de esa persona, me mueve por dentro y hace que mi deseo de reencuentro se incremente más y más. Los días pasan y las horas mueren conforme el tiempo se hace más largo, una cosa ha venido tras otra, haciendo que le deseo en vez de disminuir, aumente, pues mientras más obstáculos o asuntos se interponen, el espíritu, el alma, el ser, desee elevarse más para llegar a la meta. Es la nostalgia la que a veces te mueve y a veces te paraliza, pues es un sentimiento que de por sí, reúne otros, haciendo que en tu corazón haya un mar de incertidumbres positivas y negativas que te hagan pensar en mil y una cosas a la vez. Pero no desespero y no hago alarde de mi falta, prefiero compartirlo con el que me lea, pues sé que en algún momento de su vida, lo ha sentido así y puedo creer yo que piensa lo mismo que mi persona, o por lo menos converge conmigo en algunos puntos. Si bien se quiere, esta nostalgia se puede relacionar cuando uno se encuentra de viaje… Añora su vida típica, desea volver a sus raíces, al país que lo o la vio nacer, no sólo por el sentimiento de apego y nacional, sino porque sabe que haya, en su hogar, se encuentran las caras familiares de amistades y aprecios. Yo lo he experimentado cuando he deseado volver a América.

lunes, 31 de octubre de 2011

Lo que da miedo

Por: Alfredo Jurado
Hoy todos sabrán, que es el día en que los fantasmas, almas en pena y demás criaturas aterradoras salen de los más profundos y espeluznantes lugares para causar estragos o algún tipo de terror. Pero seamos reales, eso ya no asusta. Esta época, o mejor dicho, este día ya no provoca miedo o terror o incluso escalofríos. Pues sabemos que todo lo que hacen para hacer este día el más vívido, (entiéndase películas, historias, series) ya ha agotado el tema. Sabemos hoy que hay muchas más cosas que dan miedo. Por ejemplo, en el caso de mi país, el salir, el comprar algo, el decir un “Hasta luego”, nos asusta, pues nos sabemos si volveremos a nuestros hogares o conseguiremos lo que nos hace falta en la alacena o en la nevera, pues el país está azotado por una ola indiscriminada, o por lo menos eso pareciera, de violencia y falta de una buena economía. El sólo hecho de ver llover, a algunos nos hace pensar en lo triste, otros Viven lo triste cuando se les cae su hogar. El ver al “pela ‘o” en la tv, nos da sentimientos encontrados, pues es como cuando la protagonista intenta matar al malo de la película, lo quiere matar y lo odia a muerte, así mismo, siente por él miedo y temor. Eso pasa aquí, en otros países la cosa está un poco más sencilla, bueno, por lo menos en algunas cosas, en otras como la economía, pareciera que fuera el Armagedón. A “algunos” les encanta oír esa noticia, otros sólo desean hacer lo mejor por mejorarla, pero al final todo resulta en lo mismo, pánico, caos, revueltas y deudas. Ya lo que se conocía hace algunos años como “Halloween” o “Día de los muertos”, se ha ido transformando cada vez más en lo que se conoce hoy día como “Realidad”. Por eso, imitando a la voz fantasmal de alguna casa embrujada, yo les digo: “¡¡¡Bienvenidos a la casa de la Realidad!!!”

domingo, 23 de octubre de 2011

La Traviata de Zandra

Por: Alfredo Jurado

Todos conocen la famosa ópera con la música del famoso maestro Giuseppe Verdi. Déjenme decirles que este artículo no trata de la ópera en sí, sino de un contratiempo que mi madre y yo pasamos por querer verla… Resulta que en una ocasión, una prima no quiso o no pudo ir a u  ballet de la otra famosa ópera “Carmen de Bizzet” (lamento no decirlo bien, no hablo francés) el cual fue estupendo y hermoso pues la música es movida y no te hace quedarte dormido, afortunadamente. Pero después de salir de tan perfecto y bien llevado acto, el cual se llevo a cabo en territorio hostil o también conocido como el Teatro Teresa Carreño, mi madre vio la gigantesca pancarta que decía: “PRÓXIMAMENTE: LA TRAVIATA, CONDUCIDA POR GUSTAVO DUDAMEL”. Mi madre quedo boquiabierta no creo porque solamente le gustara Dudamel, sino porque hay una canción que le encanta de la ópera que es el Bríndisi, sí ya saben el Bríndisi: na-na- na na na na naaaaaa; y otro pocotón de na-na’s en forma de tarareo. El hecho es que con toda la emoción dijimos: “Vamos a venir a ver la ópera”. Nos propusimos a reservar las entradas, o bueno, por lo menos yo sí me lo propuse. Todos los días era: “Reservaste, ¿no? Bueno tranquila, más tarde… Recuerda reservar las entradas, ¿ok?... Resérvalas por favor, recuerda la ópera.” En fin, resulta y acontece que llegamos al teatro y fuimos a comprar las entradas que si que un día antes del espectáculo, y eso que le había viniendo acordando a mi mamá reservarlas por un mes o por tres semanas de anticipación. Llegamos a la taquilla y mi mamá hizo la pregunta, que por cierto me pareció un poco absurda: “Señor, ¿aún tienen entradas para la Traviata de Verdi?... Lo siento señora, pero se agotaron todas, ya las vendieron… ¿Y no habrá manera de conseguir otras?... No señora, están todas agotadas.” Cómo no van a estar agotadas, por favor. Desde ese día, cada vez que queremos ir al teatro, cualquiera, siempre le recuerdo el inconveniente de La Traviata… y lo hago porque se lo merece.

miércoles, 19 de octubre de 2011

VIVIÓ (en dos partes)

VIVIÓ (parte 2)
Por: Alfredo Jurado


A los 71 años de edad, la brillante vida que tuvo, se apagó para siempre, dejando atrás un legado de numerosos libros, el último de los cuales fue una novela, con la cual parecía decirles a todo quien la leyera: “Me despido, adiós. Te dejo este mi último libro, el cual escribí soñando en una América Latina mejor y un ser humano mejor… aprende de este libro lo que quieras, pues todo lo que en él se encuentra, podría interesarte.” Su funeral parecía una escena de “El padrino” pues se hallaban multitudes de las amistades conservadas y desaparecidas. Su música favorita era el Tango, con el cual lo despidió un primo suyo, cantante de tango. Y pese a que no todos sus hijos no pudieron estar ahí, o su madre o no pudo soportar su perdida y la aflicción que tuvo al perderlo, estoy seguro que estaba feliz, feliz porque supo que fue un hombre de principios dignos, que siguió caso al pie de la letra las enseñanzas filosóficas de las que tantos hombres han hablado. Me duele al escribir esto pues lo recuerdo y aún lo extraño, pero sé que está en un mejor lugar, donde seguramente disfruta de un buen dominó, un whisky y de buena música, sin dejar pasar la buena compañía. Cantando y disfrutando lo que se merecía, pues fue devoto de Dios hasta el final, y nunca dudó de lo que Él tuviera planeado para él. Papá, te quise, te amamos y ahora te recordamos.

Bernardo Jurado Toro: 1938-2009. QEPD.

VIVIÓ (en dos partes)

VIVIÓ (parte 1)

Por: Alfredo Jurado

Muchos conocen a este hombre de amplios conocimientos, hábil orador, “novio” de muchas, devoto esposo de sólo dos. Siempre fue de impecables principios y jamás dijo “No” ante algo que él hubiera dicho o que dijera que fuera a hacer. Escritor principalmente de libros de Historia de su país, el cual amó hasta, (estoy muy seguro de eso) sus últimos momentos su patria, por todo lo que ella tiene. Siempre fiel a principios justos, como buen militar de la vieja escuela, decidió nunca hablar de política, pese a que es posible, tuviera mucho conocimiento de ésta. De una familia modesta, pero muy conocida, este hombre creció con tres hermanos a los lados, él era el segundo hijo de los señores Bernardo Jurado Diepa y doña Concha, conocida también como “Mamá Conchita”. Su infancia, lamentablemente no la conozco bien, pues de ese tema nunca habló o no recuerdo que hablara. Pero de su vida como militar habló, y mucho pues adora esta institución que es, o mejor dicho fue, La Armada Nacional, a la cual entró su hijo mayor y alcanzó el mismo grado: Capitán de Navío. Era también un hombre bohemio, lo cual no le quitaba lo discreto, respetuoso y lo amable que siempre era. De tantas amistades, conservó muchas verdaderas, las cuales hoy día aún le rinden respetos y aprecios. Siempre impecablemente vestido, jamás se le hubiera visto en fachas desagradables, ni si quiera estando en su propia casa, pues tenía el estilo de un “Lord” inglés, el cual seguramente aprendió en sus dos años y medio en Inglaterra, mientras estudiaba. Plurilingüe, leía en cuatro idiomas, y hablaba tres y medio. Genial en todo, era muy difícil ganarle en alguna discusión o tema, y si lo hacían, nuca admitía derrota (era muy echador de vaina). Toda su familia lo quisimos, y su partida significó un duro golpe en el hígado para nosotros, le veíamos venir, pero quedaba en nosotros esa vaga esperanza de recuperación y bienestar. 

domingo, 16 de octubre de 2011

El comité del mal

Por: Alfredo Jurado
Es toda una amplia organización que circunda gran parte de las locaciones educacionales. Son hábiles, no lo dudo y ni lo niego. Hábiles en el habla y en el odio por igual, muchos de los que entran, entran con ideas que desean cambiar al mundo. Pero no saben que juegan un juego sucio que los va volviendo cada vez más y más egocéntricos. Todo se olvida y el respeto sólo queda entre los que conforman ese comité. El comité cumple una labor que culturiza, pero no da las herramientas para que la humildad y el cariño se hagan presentes con para los demás. Pero el comité se extiende y se extiende, haciendo que dicha cultura se haga presente en cualquier momento y en cualquier parte. Pero el problema es que esa cultura lo vuelve a uno como un animal enjaulado, cada vez que se presenta el momento para atacar (en este caso argumentar) se ataca violentamente, dejando sin defensa y cobijo a quien quiera dar opinión o frase alguna del tema que se trate. Personas que intentan hablar y poder dar opinión alguna, son calladas por el argumento de “falta de cultura o falta de presencia en dicho comité”. Y cada vez que se habla de la “cultura” se van por las ramas, hablando de lo que sea, y el ruido es tal que se asemeja al de un mercado árabe “Ajalababala, lajagnana, la vendo barata, jabalajabala”… Esto y muchas otras cosas más, ayuda a que la confusión reine y las personas pierdan el interés en la “cultura”, algo que de por sí es importante, pues permite conocer todo lo que pasó, entender lo que pasa y presentir lo que puede pasar. Este comité, de por sí no debe ser destruido ni mucho menos olvidado, pues ayuda…pero debe ser manejado con otra administración.

sábado, 15 de octubre de 2011

El des estrés

Por: Alfredo Jurado

El hecho de poder finalizar un trabajo de tanto peso: tanto laboral o académico como de su peso en sí (pues si es un trabajo grande, pesa…) supone que la persona deba sentirse aliviada y descansada, puesto que no tiene en la mente el terrible pensamiento del constante trabajo que, pase lo que pase, sea cual sea las cualidades de conocimiento de una persona, lleva su tiempo y esfuerzo; lleva, todo eso, a que la persona pueda por fin descansar y estar tranquilo. Miles y centenares son las historias de las personas que han tenido que trabajar hasta tarde en sus trabajos importantes, en los cuales se quedan enfrascados durante horas y horas, dándole a los dedos para escribir y dándole a los ojos para que no caigan y no llegues al Mundo de Morfeo. En todo ese transcurso uno se vuelve de todo: científico pues uno experimente distintas cosas para no dormir; crítico pues el insomnio te amarga todo; te hace parecer drogadicto o por lo menos adicto ya que el café te mantiene activo incluso hasta el día siguiente en la tarde; te hace profesor pues enseñas y discutes todo lo que has hecho; te vuelve poeta pues le dedicas una Oda o soneto a tu cama; escritor pues por el trabajo en sí; te pone triste pues añoras los días de descanso y de reuniones de amistades; te hace incluso, digo yo, “revolucionario”, pues quieres revelarte contra la institución que te mandó tan profundo y largo trabajo; te vuelves y te pones en los zapatos de Dante, porque cuando comienzas es todo un Infierno, en la mitad te sientes en el Purgatorio, te duele, pero lo gozas; y al final te sientes feliz pues lo has terminado. En fin todo eso pasa cuando trabajas hasta tarde en tu trabajo… pero por raro que parezca, te trae recompensas ya que te permite descansar placenteramente.

martes, 11 de octubre de 2011

Estoy "adecho"

Por: Alfredo Jurado

Algunos piensan que cuando se tiene una tarjeta de débito o crédito, o incluso un cheque con alguna cantidad de dinero, es lo mejor puesto que significa una cierta “libertad económica”. Déjenme decirles que es pura paja, pura tontería. Al tener una tarjeta o cualquier tipo de producto creado por el banco, te sometes, indiscutiblemente, a los procesos de llamadas y verificación para saber cuánto tienes en tu cuenta y cuánto has gastado. Y lo peor es que cuando llamas, ni si quiera te atiende una voz humana 100%, ¡no, es una voz automatizada femenina que te da las órdenes y los pasos a seguir para que tu infierno bancario comience! Ya que te pedirá el número de la tarjeta, el de tu identidad, el de tu casa, el de la placa del perro, el número de la casa, los tres dígitos que se encuentran el torso inverso inferior de la tarjeta, el número del zapato que calzas, etc., etc., y mil veces etc. Claro, para muchos que lean esto se les puede ocurrir: “bueno, es su primera vez en esto.” Efectivamente, no lo niego, ni lo dudo y lo reafirmo, es mi primera vez en esto… ni siquiera puedo imaginarme cuando mi mamá me dice: “Imagínate cuando tengas que memorizarte la clave del banco tal, y de este otro, y de aquél, y mira que yo tengo el de este banco, y el otro, y el de allá…” y dale con los números de cuenta de los bancos. El cuento sigue y te continúan pidiendo números y más números… creo que un matemático o un propio banquero se sentiría en el purgatorio de Dante, ni siquiera en el Paraíso y mucho menos en el Infierno. Y al final, lo peor es que después de tantos números, de tanto deletreo, la condenada y bendita máquina me bloquea la tarjeta por un error en un simple dígito, en sólo un condenado DÍGITO. TENGO TODA LA RAZÓN DE ESTAR ADECHO.

sábado, 8 de octubre de 2011

Bloqueo

Por: Alfredo Jurado

A todo el mundo le pasa, se tapan, no pueden sacarlo, se sienten mal, frustrados, sentados ahí quietos sin saber cómo solucionarlo. Eso me sucede a mí en este momento en el cual debo, extraer de mí ser algo grande, algo que me permita estar tranquilo, algo que sin tenerlo me sienta liberado. Todo mi cuerpo se estremece y mis pensamientos se nublan y no sé qué hacer. He intentado pensar en lo que debo hacer, he tomado agua, dado vueltas, me siento, me paro, me vuelvo a sentar, intento, nada, me vuelvo a levantar y nada puedo lograr despejando mi mente. Busco y rebusco lo que me pueda dar ese ánimo de dejar salir lo que en mi interior tengo y deseo sacar. Sé que a muchos le pasa, lo sé porque es natural, no se puede evitar estar trancado en algo tan importante. ¡No tengo mucho tiempo y debo, en verdad necesito, sacarlo de mí, pero no puedo, es duro, no puedo! Tiemblo, respiro varias veces, vuelvo a intentar, no lo logro extraer. ¡Dios, por qué tanto bloqueo, por qué! Sigo, sé que a muchos le pasa, lo sé porque es natural que se sientan trancados, bloqueados, pero lo mío es especial, es peor, mi tiempo no es mucho. Tranquilo…la tranquilidad viene a mí, reflexiono, pienso bien, respiro, veo mi reflejo en el vidrio, intento hallar en él la inspiración que necesito. Creo que lo tengo, ya está, ya puedo, ahí voy, poco a poco logro que me llegue la idea que deseo tener, la inseguridad y el dolor se están esfumando. Logro pensar con más claridad, lo extraigo, lentamente, sale de mi ser y se va plasmando en lo material, en algo real. ¡Por fin! Ya está, he logrado tener la idea de cómo comenzar el trabajo que debo entregar el próximo viernes. Por fin he logrado comenzar mi Proyecto Humanidades. ¡Ufff! Tomó mucho tiempo.

lunes, 3 de octubre de 2011

La chaqueta perdida y encontrada

Por: Alfredo Jurado

Era la vez que estábamos haciendo un viaje en crucero desde Nueva York, hasta Quebec. El crucero debía hacer ciertas paradas para que los turistas, entre ellos mi familia, pudiéramos apreciar el norte de EE.UU. Entonces fue cuando llegamos, creo, que a Boston, no lo sé con exactitud. Cuando llegamos tuvimos que bajar del crucero con abrigos y paraguas, el día estaba nublado y frío. Pero a pesar de la no benevolencia del clima, mi mamá, mi padre y yo pasamos un tiempo agradable caminando por algunos lugares, entrando en algunas tiendas, en la cuales me compré un sombrero de capitán de buque o cualquier otro vehículo acuático el cuál es negro, y hasta el sol de hoy lo poseo con gran orgullo, pues sentía, que junto a mi padre, éramos un par de marineros que añoraban la tierra firme, pero de igual manera, necesitábamos estar en el mar. Caminamos y caminamos. Las calles de Boston no serán muy empinadas, pero hubo ciertos lugares que sí lo eran. Pero es no importó, seguimos caminando y caminando y decidimos tener un pequeño descanso en un cafetín, tranquilo y apacible, donde proseguimos a tomarnos una taza de chocolate caliente, el cual, con el clima como estaba, era excelente y reconfortante. Es en ese momento en que vemos a un tío con los cuáles estábamos paseando y en su brazo traía una chaqueta. Era de color azul, de una tela impermeable, un poco dura, pero no pesada. De cualquier material del que estuviera hecho la chaqueta, era hermosa y tenía estilo. Mi tío nos dijo: “Encontré esta chaqueta tirada, perdida en un banco. Intenté devolverla a quien se le haya perdido, pero no encontré a nadie. Quisiera ver si le quedará a Alfredo Bernardo.” Efectivamente me quedó como anillo al dedo y me enamoré de ella. Incluso hasta hoy, tengo esa chaqueta. Y eso que han pasado unos nueve años desde el rescate de esa chaqueta.

martes, 27 de septiembre de 2011

El primer día

Por: Alfredo Jurado

Se sabe que cada cosa tiene su comienzo. Todo empieza e indudablemente termina. Pero, ¿cuáles son las sensaciones y cómo uno recibe el comienzo de algo? Bueno, a lo largo de la vida de muchas personas ha habido múltiples comienzos de lo que sea: clases, trabajo, viajes, nueva casa, etc. En mi caso, comencé lo que será el último año de clases en mi colegio, y déjenme decirles que tuve sentimientos encontrados ya que primero vinieron las sensaciones de alegría y felicidad al reencuentro de las amistades que anduvieron perdidas durante el lapso de vacaciones, vinieron las ideas de: “Por fin, sólo un paso para la vida universitaria” o “Ya por fin saldré de lo viejo y para poder entrar en lo nuevo”. Esas fueron unas pocas ideas que vinieron a mi mente. Pero todo eso se vio afectado o contrapuesto con los discursos, que en mi opinión me parecieron un poco inapropiados y repetitivos (tal vez sea eso porque soy joven y no me importa lo que diga el “discurso”) ya que siempre es lo mismo: el recordatorio de que es el último año escolar; las múltiples sensaciones que se van a experimentar a lo largo del año; lo duro y a veces agotador que pueden ser las asignaturas; lo hermoso de ellas mismas; el mantenerse serio; el cuidar, respetar, etc., etc., etc. Podré parecer cínico, pero es que en verdad ese “discurso” me parece innecesario y ya tedioso. Lo vienen repitiendo desde que estamos en preescolar o tal vez un tiempo después. Me parece que pierden su saliva y respiración diciendo algo que a mucha gente no le importa o que simplemente no les parece importante en ese momento, ya que sólo importa poder llevar a cabo los continuos saludos y “¡holas!” que se dan al comenzar. Pero de todo ese trajín, de todo ese mar de sensaciones me quedaron dos palabras fundamentales, o por lo menos una: respirar. Y eso es lo que haré, respirar y pensar con detenimiento acerca del comienzo del fin.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El apamate morado

Por: Alfredo Jurado

Hermosos son los caminos adyacentes a mi hogar. Tienen múltiples colores y sensaciones…diversidad de plantas, edificios hacen que el caminar por las calles sea más llevadero y tranquilo. El sol pega en la cara, pero no molesta y mucho menos encandila, más bien da una visión más nítida del objeto, del ser que se encuentra ahí, quieto, inmóvil, despreocupado de todo inconveniente, ahí estaba el apamate. Ese hermoso y extraño árbol que hace que mi madre se quede sin aliento, dándole gracias al Señor por: “Tan hermoso regalo, ¡Dios, gracias por tan hermoso árbol, con sus hermosas hojas y pintorescos tonos… qué hermoso regalo nos das, DIOS TE LO AGRADEZCO, AY CUÁNTA BELLEZA HAY EN UN SOLO ÁRBOL, QUE HERMOSO!” Sí, mi madre se muere por un apamate, se desenvuelve por uno de ellos. Lo malo es que la cautivan tanto que en una oportunidad en Barquisimeto, dando el mismo discurso mientras manejaba, nos perdimos en una urbanización por la cual estuvimos unos diez minutos dando vueltas… Yo no tengo ningún problema porque mi madre alabe y glorifique las maravillas que da Dios, las entiendo y las sigo…pero no me desenvuelvo ni me quedo anonadado por ello y mucho menos por un pez morado, el cual es otro protagonista en una historia de mi madre y mi padre estando, creo que en Puerto Cabello en dónde mi madre le dice a mi padre: “¡Mira Bernardo, es un pez, un pez morado, que lindo, ¡ay! Todo morado, que lindo!” Mi padre, sin desaprovechar, hizo una comedia por eso, repitiéndole a mi madre el constante color: “¡morado, morado, morado!” con una pequeña morisqueta en la cara. Yo hago lo mismo con el apamate, sólo creo que Shakespeare o cualquier otro dramaturgo hayan hecho una mejor obra de la que yo hice.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Porque en la vida...

Por: Alfredo Jurado

Me acuerdo un día en el que estaba paseando con mi madre y mi prima. No me acuerdo a dónde y por dónde íbamos, sólo sé que era una ruta que usábamos mucho y que era muy linda. Recuerdo que estábamos hablando no sé de qué mientras escuchábamos una emisora que transmite música de la generación de mi madre, que para ser vieja, me gusta y es muy movida (me refiero a la música por si a caso se presenta la confusión) y la cual siempre escuchamos con agrado o por lo menos con gusto. Es en ese mismo instante que yo le hago a mi madre la simple pregunta de qué hora era. Ella, estando me imagino en otra onda me responde que En la vida, las cosas son como tal y porque aquello es lo otro, porque si la gente no hace esto y piensa en lo otro hace todo lo contrario. Que hay que ser agradecido por lo que te dan, siempre ser amigable con fulana o mengano. Que el guardar rencores daña y que ella decidió no ser un escaparate de rencores. Porque la familia es buena, aquél que no la tiene o no la aprecia no sabe lo que es la vida. Porque Uno en la Vida hace lo que se proponga, porque cuando ella estaba en su ciudad natal pensaba en esto y no en lo otro. Que la gente que ha estado presente en su vida han sido los mejores porque aprende de ellos y ellos conforman una amplia lista de gente con quien uno puede contar en algún momento de su vida, porque el azul es azul y el rojo es rojo. Porque cuando Dios dijo que se haga la luz tuvo la suerte de que no existía Corpoelec, etc. Después de ese grandioso discurso, después de tan grandiosas palabras, yo lo que hice fue quedarme observándola y después le dije, con cierta morisqueta en la cara: “Mamá, sólo te pregunté qué hora era… no que pasa en la vida”.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El retraso a veces es elegante

Por: Alfredo Jurado

Recuerdo la vez que toda mi familia por parte de mi madre, nos íbamos para un recorrido por Grecia y Turquía. Todos estábamos emocionados y ansiosos por viajar a tierras tan llenas de Historia y conocimiento. Pero antes debíamos estar todos en el aeropuerto. El vuelo salía a eso de las 4 pm-4:30 pm. Los que vivimos en Caracas no tenemos problemas con esa hora… los que viven en Maracay o más lejos sí. Resulta que al dar la noticia de la hora de la salida, un tío decidió que debía salir con su familia a las seis de la mañana, ya se sabe: para no agarrar tráfico o cualquier otro inconveniente, y resulta ser que todos protestaban por la “temprana” salida, ya que se podría salir un poco más tarde. Bueno, mi tío, molesto con todos por las protestas decidió seguir sui plan, pero antes de llegar a Caracas hubo un accidente en el camino, lo cual hizo que se retrasaran durante mucho tiempo. Y claro, todo el mundo preocupado porque no veían que llegaban, y sólo faltaban ellos para irnos. Entonces, al enterarnos de la tranca y el accidente, mi padre, decide llamar a un amigo suyo del ejército o algo así (lamento la falta de información y respeto) para ver si puede hacer que el tráfico se movilice más rápido para que los faltantes puedan llegar y poder irnos tranquilos. Gracias a la providencia y los hilos movidos correctamente, mi tío y su familia llegaron al aeropuerto por lo menos una hora o media hora antes de que saliera el vuelo rumbo a Europa. Siempre escucho que en la sociedad venezolana, el retraso es elegante o por lo menos no se ve mal, pues nadie, absolutamente NADIE en Venezuela, llega a la hora estipulada a una reunión o una fiesta o cualquier otro evento, siempre llegan una o dos horas después y se considera bien. Yo, en este caso, sólo doy gracias que a lo que íbamos todos no era una fiesta u otro evento, sólo un buen viaje.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Quedé fascinado

Por: Alfredo Jurado

Ya han pasado cuatro días desde mi llegada a mi país, el cual extrañé y añoré durante el mes y medio que pasé fuera de él. En los lugares que estuve se puede decir que se vive una experiencia interesante pues son otros mundos distintos, que si bien están en el mismo continente, no hablan las mismas lenguas y su cultura es, en algunos casos, distinta a la de uno. Para esclarecer las dudas, diré que estaba en Miami, la Tierra de las Naranjas, donde pasé un mes con mi hermano, su esposa, su hijo y su perro. Ahí crecí como persona y la experiencia fue placentera. Pero después baje un poco más y me encontré en México, tierra de una Historia rica en muchos aspectos. Una tierra que tiene tantos picantes como dioses tuvieron los antiguos Aztecas. México, en lo particular, me provoca sentimientos encontrados, pues si bien amé la cultura, la Historia del pueblo y sus personajes principales como Hidalgo, Pancho Villa o Diego Rivera e incluso León Trotsky, la comida y la amabilidad de su gente, no toleré muy bien su exagerado culto a las escaleras (¡Dios, cuantas escaleras tenían!) o el tremendo calor que hacía de día, y el terrible frío que encontrábamos en las noches y, claro está, los nombres de los dioses o personajes de los Aztecas. Pero en verdad, el viaje a México trajo más satisfacciones y enseñanzas que fastidio y aburrimiento, ya que me pudo mostrar muchas de las cosas en las que Latinoamérica, y en especial Venezuela, deben mejorar y seguro las podrán lograr, tal vez no en un futuro cercano, pero soy optimista en que sí se pueden superar. Dije que en Miami pasé un mes y una semana; bueno, en México sólo pasé una semana, pero aprendí muchas cosas como si hubiera pasado por lo menos otras tres más y déjenme decirles, México es tierra de gran cultura e Historia, me fascinó.