martes, 27 de septiembre de 2011

El primer día

Por: Alfredo Jurado

Se sabe que cada cosa tiene su comienzo. Todo empieza e indudablemente termina. Pero, ¿cuáles son las sensaciones y cómo uno recibe el comienzo de algo? Bueno, a lo largo de la vida de muchas personas ha habido múltiples comienzos de lo que sea: clases, trabajo, viajes, nueva casa, etc. En mi caso, comencé lo que será el último año de clases en mi colegio, y déjenme decirles que tuve sentimientos encontrados ya que primero vinieron las sensaciones de alegría y felicidad al reencuentro de las amistades que anduvieron perdidas durante el lapso de vacaciones, vinieron las ideas de: “Por fin, sólo un paso para la vida universitaria” o “Ya por fin saldré de lo viejo y para poder entrar en lo nuevo”. Esas fueron unas pocas ideas que vinieron a mi mente. Pero todo eso se vio afectado o contrapuesto con los discursos, que en mi opinión me parecieron un poco inapropiados y repetitivos (tal vez sea eso porque soy joven y no me importa lo que diga el “discurso”) ya que siempre es lo mismo: el recordatorio de que es el último año escolar; las múltiples sensaciones que se van a experimentar a lo largo del año; lo duro y a veces agotador que pueden ser las asignaturas; lo hermoso de ellas mismas; el mantenerse serio; el cuidar, respetar, etc., etc., etc. Podré parecer cínico, pero es que en verdad ese “discurso” me parece innecesario y ya tedioso. Lo vienen repitiendo desde que estamos en preescolar o tal vez un tiempo después. Me parece que pierden su saliva y respiración diciendo algo que a mucha gente no le importa o que simplemente no les parece importante en ese momento, ya que sólo importa poder llevar a cabo los continuos saludos y “¡holas!” que se dan al comenzar. Pero de todo ese trajín, de todo ese mar de sensaciones me quedaron dos palabras fundamentales, o por lo menos una: respirar. Y eso es lo que haré, respirar y pensar con detenimiento acerca del comienzo del fin.

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