Por: Alfredo Jurado
Algunos piensan que cuando se tiene una tarjeta de débito o crédito, o incluso un cheque con alguna cantidad de dinero, es lo mejor puesto que significa una cierta “libertad económica”. Déjenme decirles que es pura paja, pura tontería. Al tener una tarjeta o cualquier tipo de producto creado por el banco, te sometes, indiscutiblemente, a los procesos de llamadas y verificación para saber cuánto tienes en tu cuenta y cuánto has gastado. Y lo peor es que cuando llamas, ni si quiera te atiende una voz humana 100%, ¡no, es una voz automatizada femenina que te da las órdenes y los pasos a seguir para que tu infierno bancario comience! Ya que te pedirá el número de la tarjeta, el de tu identidad, el de tu casa, el de la placa del perro, el número de la casa, los tres dígitos que se encuentran el torso inverso inferior de la tarjeta, el número del zapato que calzas, etc., etc., y mil veces etc. Claro, para muchos que lean esto se les puede ocurrir: “bueno, es su primera vez en esto.” Efectivamente, no lo niego, ni lo dudo y lo reafirmo, es mi primera vez en esto… ni siquiera puedo imaginarme cuando mi mamá me dice: “Imagínate cuando tengas que memorizarte la clave del banco tal, y de este otro, y de aquél, y mira que yo tengo el de este banco, y el otro, y el de allá…” y dale con los números de cuenta de los bancos. El cuento sigue y te continúan pidiendo números y más números… creo que un matemático o un propio banquero se sentiría en el purgatorio de Dante, ni siquiera en el Paraíso y mucho menos en el Infierno. Y al final, lo peor es que después de tantos números, de tanto deletreo, la condenada y bendita máquina me bloquea la tarjeta por un error en un simple dígito, en sólo un condenado DÍGITO. TENGO TODA LA RAZÓN DE ESTAR ADECHO.
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