Por: Alfredo Jurado
En aquellos días, donde yo contaba la edad de sólo 3 años, mi mamá, mi padre, unos amigos, y yo por supuesto, hicimos un viaje a la isla La Orchila, en donde disfrutamos de lo hermoso de las playas, el clima y un poco del ambiente militar que en ese momento era “honorable”. Mientras paseábamos por las distintas instalaciones, pasamos por un cuarto de puras sillas y un podio. Entonces alguien de nosotros dijo: “Esto debe ser un cuarto de conferencias por el aspecto que tiene”. Y mientras los mayores revisaban las cosas que alrededor se encontraban, yo me dispuse a tomar palabra en el podio. Entonces comencé a ordenarles a todos que tomaran asiento. “Todos de pie… ahora sentados”, esas fueron mis primeras palabras cuando me subí y empecé a relatar nuestro viaje. Incluí en ese pequeño discurso las aves, la playa, lo bien que lo habíamos pasado con los amigos. Que mi papá jugaba con los cangrejos y mi mamá leía y disfrutaba los momentos. Hablé del cielo, las nubes, el mar, de todo. Todo lo hice con la fascinación con que lo haría un niño de sólo 3 años de edad. Fue mi primer gran debut como parlante sin botón de apagado. Hablé, no mucho, no me encadené, pero hablé, porque sentía la inspiración que me daba la presencia de mi papá en la sala, porque quería mostrarle el orgullo que él podría sentir de mí y porque quería mostrar lo bueno que era a los amigos presentes. A todos les gustó mi pequeño “discurso” porque, claro, me daban consejos y yo los hablaba en público y entonces ya cuando quería terminar, me dijeron: “Debes terminar con un buen cierre”, entonces dije mi frase célebre: “¡Y para finalizar, los quiero con todo mi corazón!” Seríamos 5 personas, pero el cuarto se calló en aplausos.
Es una bonita historia. Me atrevo a pensar que es la más tierna de las que has escrito, en cuando que hablas de tus más temprana infancia y un agradable momento con tus padres allá en la Orchila. Te felicito por escribir tan sentida pieza. Veo que tus dotes de oratoria vienen de vieja data y que cada vez mejoras tus dotes de escritor. ¡Enhorabuena!
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