Por: Alfredo Jurado
La
máxima muestra del dolor, del sufrir y de las penas humanas, expuesto en forma
de una tragedia al estilo de un guión teatral, sería aquella en la cual un
individuo cualquiera, que fuera cauto y normal, quasi monótono en sus acciones de
vida y en su forma de pensar, se diera cuenta, en un momento de contemplación a
la nada, que todo el mal que hay, todo el sufrir, el dolor y la agonía que se
encuentra en el mundo, se derivan del estado de soledad. Aquellas desgracias,
esa injustica que pedimos cese, el dolor del alma, sus malestares y sufrimiento,
todo aquello que nos ataca y nos acongoja, es producto de la soledad. El crimen
prolifera y se crea porque el perpetrador no posee un rumbo, no tiene un guía
que lo ayude a entender las oportunidades que posee, oportunidades virtuosas,
morales y buenas; lo hay porque está solo de espíritu, de ayuda, carente de
entendimiento y compañía, carente de bondad, está vacío. La injusticia igual
porque se logra cuando un individuo o grupo no tiene la suficiente fuerza ni el
suficiente apoyo para hacer valer aquello que es correcto, aquello que es
moral, honrado, pero verdaderamente bondadoso y utilitario; no logran el
objetivo, están por sus cuentas. Igual pasa con cada tragedia humana; son
experiencias individuales que sólo son entendidas por el mártir, son el dolor
puro que juega y se ríe de cómo manipula los sentimientos y sensaciones, es la
agonía de un grito tan mudo y callado, que el sólo intento de que sea escuchado
ya es suficiente penuria para el alma atrapada y no puede expresarse bien. La
máxima tragedia sería que, sabiendo esto, ese individuo fuera realmente
impotente, realmente inútil, al querer solucionar o por lo menos dar una
solución, y lo es porque está y siempre estará solo.