lunes, 31 de octubre de 2011

Lo que da miedo

Por: Alfredo Jurado
Hoy todos sabrán, que es el día en que los fantasmas, almas en pena y demás criaturas aterradoras salen de los más profundos y espeluznantes lugares para causar estragos o algún tipo de terror. Pero seamos reales, eso ya no asusta. Esta época, o mejor dicho, este día ya no provoca miedo o terror o incluso escalofríos. Pues sabemos que todo lo que hacen para hacer este día el más vívido, (entiéndase películas, historias, series) ya ha agotado el tema. Sabemos hoy que hay muchas más cosas que dan miedo. Por ejemplo, en el caso de mi país, el salir, el comprar algo, el decir un “Hasta luego”, nos asusta, pues nos sabemos si volveremos a nuestros hogares o conseguiremos lo que nos hace falta en la alacena o en la nevera, pues el país está azotado por una ola indiscriminada, o por lo menos eso pareciera, de violencia y falta de una buena economía. El sólo hecho de ver llover, a algunos nos hace pensar en lo triste, otros Viven lo triste cuando se les cae su hogar. El ver al “pela ‘o” en la tv, nos da sentimientos encontrados, pues es como cuando la protagonista intenta matar al malo de la película, lo quiere matar y lo odia a muerte, así mismo, siente por él miedo y temor. Eso pasa aquí, en otros países la cosa está un poco más sencilla, bueno, por lo menos en algunas cosas, en otras como la economía, pareciera que fuera el Armagedón. A “algunos” les encanta oír esa noticia, otros sólo desean hacer lo mejor por mejorarla, pero al final todo resulta en lo mismo, pánico, caos, revueltas y deudas. Ya lo que se conocía hace algunos años como “Halloween” o “Día de los muertos”, se ha ido transformando cada vez más en lo que se conoce hoy día como “Realidad”. Por eso, imitando a la voz fantasmal de alguna casa embrujada, yo les digo: “¡¡¡Bienvenidos a la casa de la Realidad!!!”

domingo, 23 de octubre de 2011

La Traviata de Zandra

Por: Alfredo Jurado

Todos conocen la famosa ópera con la música del famoso maestro Giuseppe Verdi. Déjenme decirles que este artículo no trata de la ópera en sí, sino de un contratiempo que mi madre y yo pasamos por querer verla… Resulta que en una ocasión, una prima no quiso o no pudo ir a u  ballet de la otra famosa ópera “Carmen de Bizzet” (lamento no decirlo bien, no hablo francés) el cual fue estupendo y hermoso pues la música es movida y no te hace quedarte dormido, afortunadamente. Pero después de salir de tan perfecto y bien llevado acto, el cual se llevo a cabo en territorio hostil o también conocido como el Teatro Teresa Carreño, mi madre vio la gigantesca pancarta que decía: “PRÓXIMAMENTE: LA TRAVIATA, CONDUCIDA POR GUSTAVO DUDAMEL”. Mi madre quedo boquiabierta no creo porque solamente le gustara Dudamel, sino porque hay una canción que le encanta de la ópera que es el Bríndisi, sí ya saben el Bríndisi: na-na- na na na na naaaaaa; y otro pocotón de na-na’s en forma de tarareo. El hecho es que con toda la emoción dijimos: “Vamos a venir a ver la ópera”. Nos propusimos a reservar las entradas, o bueno, por lo menos yo sí me lo propuse. Todos los días era: “Reservaste, ¿no? Bueno tranquila, más tarde… Recuerda reservar las entradas, ¿ok?... Resérvalas por favor, recuerda la ópera.” En fin, resulta y acontece que llegamos al teatro y fuimos a comprar las entradas que si que un día antes del espectáculo, y eso que le había viniendo acordando a mi mamá reservarlas por un mes o por tres semanas de anticipación. Llegamos a la taquilla y mi mamá hizo la pregunta, que por cierto me pareció un poco absurda: “Señor, ¿aún tienen entradas para la Traviata de Verdi?... Lo siento señora, pero se agotaron todas, ya las vendieron… ¿Y no habrá manera de conseguir otras?... No señora, están todas agotadas.” Cómo no van a estar agotadas, por favor. Desde ese día, cada vez que queremos ir al teatro, cualquiera, siempre le recuerdo el inconveniente de La Traviata… y lo hago porque se lo merece.

miércoles, 19 de octubre de 2011

VIVIÓ (en dos partes)

VIVIÓ (parte 2)
Por: Alfredo Jurado


A los 71 años de edad, la brillante vida que tuvo, se apagó para siempre, dejando atrás un legado de numerosos libros, el último de los cuales fue una novela, con la cual parecía decirles a todo quien la leyera: “Me despido, adiós. Te dejo este mi último libro, el cual escribí soñando en una América Latina mejor y un ser humano mejor… aprende de este libro lo que quieras, pues todo lo que en él se encuentra, podría interesarte.” Su funeral parecía una escena de “El padrino” pues se hallaban multitudes de las amistades conservadas y desaparecidas. Su música favorita era el Tango, con el cual lo despidió un primo suyo, cantante de tango. Y pese a que no todos sus hijos no pudieron estar ahí, o su madre o no pudo soportar su perdida y la aflicción que tuvo al perderlo, estoy seguro que estaba feliz, feliz porque supo que fue un hombre de principios dignos, que siguió caso al pie de la letra las enseñanzas filosóficas de las que tantos hombres han hablado. Me duele al escribir esto pues lo recuerdo y aún lo extraño, pero sé que está en un mejor lugar, donde seguramente disfruta de un buen dominó, un whisky y de buena música, sin dejar pasar la buena compañía. Cantando y disfrutando lo que se merecía, pues fue devoto de Dios hasta el final, y nunca dudó de lo que Él tuviera planeado para él. Papá, te quise, te amamos y ahora te recordamos.

Bernardo Jurado Toro: 1938-2009. QEPD.

VIVIÓ (en dos partes)

VIVIÓ (parte 1)

Por: Alfredo Jurado

Muchos conocen a este hombre de amplios conocimientos, hábil orador, “novio” de muchas, devoto esposo de sólo dos. Siempre fue de impecables principios y jamás dijo “No” ante algo que él hubiera dicho o que dijera que fuera a hacer. Escritor principalmente de libros de Historia de su país, el cual amó hasta, (estoy muy seguro de eso) sus últimos momentos su patria, por todo lo que ella tiene. Siempre fiel a principios justos, como buen militar de la vieja escuela, decidió nunca hablar de política, pese a que es posible, tuviera mucho conocimiento de ésta. De una familia modesta, pero muy conocida, este hombre creció con tres hermanos a los lados, él era el segundo hijo de los señores Bernardo Jurado Diepa y doña Concha, conocida también como “Mamá Conchita”. Su infancia, lamentablemente no la conozco bien, pues de ese tema nunca habló o no recuerdo que hablara. Pero de su vida como militar habló, y mucho pues adora esta institución que es, o mejor dicho fue, La Armada Nacional, a la cual entró su hijo mayor y alcanzó el mismo grado: Capitán de Navío. Era también un hombre bohemio, lo cual no le quitaba lo discreto, respetuoso y lo amable que siempre era. De tantas amistades, conservó muchas verdaderas, las cuales hoy día aún le rinden respetos y aprecios. Siempre impecablemente vestido, jamás se le hubiera visto en fachas desagradables, ni si quiera estando en su propia casa, pues tenía el estilo de un “Lord” inglés, el cual seguramente aprendió en sus dos años y medio en Inglaterra, mientras estudiaba. Plurilingüe, leía en cuatro idiomas, y hablaba tres y medio. Genial en todo, era muy difícil ganarle en alguna discusión o tema, y si lo hacían, nuca admitía derrota (era muy echador de vaina). Toda su familia lo quisimos, y su partida significó un duro golpe en el hígado para nosotros, le veíamos venir, pero quedaba en nosotros esa vaga esperanza de recuperación y bienestar. 

domingo, 16 de octubre de 2011

El comité del mal

Por: Alfredo Jurado
Es toda una amplia organización que circunda gran parte de las locaciones educacionales. Son hábiles, no lo dudo y ni lo niego. Hábiles en el habla y en el odio por igual, muchos de los que entran, entran con ideas que desean cambiar al mundo. Pero no saben que juegan un juego sucio que los va volviendo cada vez más y más egocéntricos. Todo se olvida y el respeto sólo queda entre los que conforman ese comité. El comité cumple una labor que culturiza, pero no da las herramientas para que la humildad y el cariño se hagan presentes con para los demás. Pero el comité se extiende y se extiende, haciendo que dicha cultura se haga presente en cualquier momento y en cualquier parte. Pero el problema es que esa cultura lo vuelve a uno como un animal enjaulado, cada vez que se presenta el momento para atacar (en este caso argumentar) se ataca violentamente, dejando sin defensa y cobijo a quien quiera dar opinión o frase alguna del tema que se trate. Personas que intentan hablar y poder dar opinión alguna, son calladas por el argumento de “falta de cultura o falta de presencia en dicho comité”. Y cada vez que se habla de la “cultura” se van por las ramas, hablando de lo que sea, y el ruido es tal que se asemeja al de un mercado árabe “Ajalababala, lajagnana, la vendo barata, jabalajabala”… Esto y muchas otras cosas más, ayuda a que la confusión reine y las personas pierdan el interés en la “cultura”, algo que de por sí es importante, pues permite conocer todo lo que pasó, entender lo que pasa y presentir lo que puede pasar. Este comité, de por sí no debe ser destruido ni mucho menos olvidado, pues ayuda…pero debe ser manejado con otra administración.

sábado, 15 de octubre de 2011

El des estrés

Por: Alfredo Jurado

El hecho de poder finalizar un trabajo de tanto peso: tanto laboral o académico como de su peso en sí (pues si es un trabajo grande, pesa…) supone que la persona deba sentirse aliviada y descansada, puesto que no tiene en la mente el terrible pensamiento del constante trabajo que, pase lo que pase, sea cual sea las cualidades de conocimiento de una persona, lleva su tiempo y esfuerzo; lleva, todo eso, a que la persona pueda por fin descansar y estar tranquilo. Miles y centenares son las historias de las personas que han tenido que trabajar hasta tarde en sus trabajos importantes, en los cuales se quedan enfrascados durante horas y horas, dándole a los dedos para escribir y dándole a los ojos para que no caigan y no llegues al Mundo de Morfeo. En todo ese transcurso uno se vuelve de todo: científico pues uno experimente distintas cosas para no dormir; crítico pues el insomnio te amarga todo; te hace parecer drogadicto o por lo menos adicto ya que el café te mantiene activo incluso hasta el día siguiente en la tarde; te hace profesor pues enseñas y discutes todo lo que has hecho; te vuelve poeta pues le dedicas una Oda o soneto a tu cama; escritor pues por el trabajo en sí; te pone triste pues añoras los días de descanso y de reuniones de amistades; te hace incluso, digo yo, “revolucionario”, pues quieres revelarte contra la institución que te mandó tan profundo y largo trabajo; te vuelves y te pones en los zapatos de Dante, porque cuando comienzas es todo un Infierno, en la mitad te sientes en el Purgatorio, te duele, pero lo gozas; y al final te sientes feliz pues lo has terminado. En fin todo eso pasa cuando trabajas hasta tarde en tu trabajo… pero por raro que parezca, te trae recompensas ya que te permite descansar placenteramente.

martes, 11 de octubre de 2011

Estoy "adecho"

Por: Alfredo Jurado

Algunos piensan que cuando se tiene una tarjeta de débito o crédito, o incluso un cheque con alguna cantidad de dinero, es lo mejor puesto que significa una cierta “libertad económica”. Déjenme decirles que es pura paja, pura tontería. Al tener una tarjeta o cualquier tipo de producto creado por el banco, te sometes, indiscutiblemente, a los procesos de llamadas y verificación para saber cuánto tienes en tu cuenta y cuánto has gastado. Y lo peor es que cuando llamas, ni si quiera te atiende una voz humana 100%, ¡no, es una voz automatizada femenina que te da las órdenes y los pasos a seguir para que tu infierno bancario comience! Ya que te pedirá el número de la tarjeta, el de tu identidad, el de tu casa, el de la placa del perro, el número de la casa, los tres dígitos que se encuentran el torso inverso inferior de la tarjeta, el número del zapato que calzas, etc., etc., y mil veces etc. Claro, para muchos que lean esto se les puede ocurrir: “bueno, es su primera vez en esto.” Efectivamente, no lo niego, ni lo dudo y lo reafirmo, es mi primera vez en esto… ni siquiera puedo imaginarme cuando mi mamá me dice: “Imagínate cuando tengas que memorizarte la clave del banco tal, y de este otro, y de aquél, y mira que yo tengo el de este banco, y el otro, y el de allá…” y dale con los números de cuenta de los bancos. El cuento sigue y te continúan pidiendo números y más números… creo que un matemático o un propio banquero se sentiría en el purgatorio de Dante, ni siquiera en el Paraíso y mucho menos en el Infierno. Y al final, lo peor es que después de tantos números, de tanto deletreo, la condenada y bendita máquina me bloquea la tarjeta por un error en un simple dígito, en sólo un condenado DÍGITO. TENGO TODA LA RAZÓN DE ESTAR ADECHO.

sábado, 8 de octubre de 2011

Bloqueo

Por: Alfredo Jurado

A todo el mundo le pasa, se tapan, no pueden sacarlo, se sienten mal, frustrados, sentados ahí quietos sin saber cómo solucionarlo. Eso me sucede a mí en este momento en el cual debo, extraer de mí ser algo grande, algo que me permita estar tranquilo, algo que sin tenerlo me sienta liberado. Todo mi cuerpo se estremece y mis pensamientos se nublan y no sé qué hacer. He intentado pensar en lo que debo hacer, he tomado agua, dado vueltas, me siento, me paro, me vuelvo a sentar, intento, nada, me vuelvo a levantar y nada puedo lograr despejando mi mente. Busco y rebusco lo que me pueda dar ese ánimo de dejar salir lo que en mi interior tengo y deseo sacar. Sé que a muchos le pasa, lo sé porque es natural, no se puede evitar estar trancado en algo tan importante. ¡No tengo mucho tiempo y debo, en verdad necesito, sacarlo de mí, pero no puedo, es duro, no puedo! Tiemblo, respiro varias veces, vuelvo a intentar, no lo logro extraer. ¡Dios, por qué tanto bloqueo, por qué! Sigo, sé que a muchos le pasa, lo sé porque es natural que se sientan trancados, bloqueados, pero lo mío es especial, es peor, mi tiempo no es mucho. Tranquilo…la tranquilidad viene a mí, reflexiono, pienso bien, respiro, veo mi reflejo en el vidrio, intento hallar en él la inspiración que necesito. Creo que lo tengo, ya está, ya puedo, ahí voy, poco a poco logro que me llegue la idea que deseo tener, la inseguridad y el dolor se están esfumando. Logro pensar con más claridad, lo extraigo, lentamente, sale de mi ser y se va plasmando en lo material, en algo real. ¡Por fin! Ya está, he logrado tener la idea de cómo comenzar el trabajo que debo entregar el próximo viernes. Por fin he logrado comenzar mi Proyecto Humanidades. ¡Ufff! Tomó mucho tiempo.

lunes, 3 de octubre de 2011

La chaqueta perdida y encontrada

Por: Alfredo Jurado

Era la vez que estábamos haciendo un viaje en crucero desde Nueva York, hasta Quebec. El crucero debía hacer ciertas paradas para que los turistas, entre ellos mi familia, pudiéramos apreciar el norte de EE.UU. Entonces fue cuando llegamos, creo, que a Boston, no lo sé con exactitud. Cuando llegamos tuvimos que bajar del crucero con abrigos y paraguas, el día estaba nublado y frío. Pero a pesar de la no benevolencia del clima, mi mamá, mi padre y yo pasamos un tiempo agradable caminando por algunos lugares, entrando en algunas tiendas, en la cuales me compré un sombrero de capitán de buque o cualquier otro vehículo acuático el cuál es negro, y hasta el sol de hoy lo poseo con gran orgullo, pues sentía, que junto a mi padre, éramos un par de marineros que añoraban la tierra firme, pero de igual manera, necesitábamos estar en el mar. Caminamos y caminamos. Las calles de Boston no serán muy empinadas, pero hubo ciertos lugares que sí lo eran. Pero es no importó, seguimos caminando y caminando y decidimos tener un pequeño descanso en un cafetín, tranquilo y apacible, donde proseguimos a tomarnos una taza de chocolate caliente, el cual, con el clima como estaba, era excelente y reconfortante. Es en ese momento en que vemos a un tío con los cuáles estábamos paseando y en su brazo traía una chaqueta. Era de color azul, de una tela impermeable, un poco dura, pero no pesada. De cualquier material del que estuviera hecho la chaqueta, era hermosa y tenía estilo. Mi tío nos dijo: “Encontré esta chaqueta tirada, perdida en un banco. Intenté devolverla a quien se le haya perdido, pero no encontré a nadie. Quisiera ver si le quedará a Alfredo Bernardo.” Efectivamente me quedó como anillo al dedo y me enamoré de ella. Incluso hasta hoy, tengo esa chaqueta. Y eso que han pasado unos nueve años desde el rescate de esa chaqueta.