sábado, 14 de julio de 2012

Entre el paroxismo y la apatía


Por: Alfredo Jurado
Seres vacilantes todos nosotros que en momentos esparcimos y liberamos las más feroces y extasiadas emociones y sentimientos, como así en momentos las contenemos y retraemos a lo más profundo de nuestros seres. Todo es cuestión de desesperación causada por la necesidad humana de la liberación, de la dispensa sin freno y control de todo lo que en nosotros se halla, como así también sucumbimos a la necesidad de contenerlo todo en nosotros por el temor al daño ajeno. Seres que buscamos algo que no es intrínseco en nosotros, pero que aún así, creemos ser los únicos poseedores de eso llamado “ética”, “moralidad”. Múltiples son las ideas, múltiples las negaciones y las aprobaciones. Vacilantes, siempre vacilantes entre lo que es liberador y lo que es contenedor. Algunos desean vivir el pleno libertinaje, la anarquía total de los sentimientos, como así otros desean el encasillamiento y buen uso de éstos para fines propios bien llevados. Porque eso somos: seres con rumbo indeterminado que caminamos por un pasaje ya construido, que se abre ante nosotros entre la niebla más espesa llamada “incapacidad humana predictiva”, la cual nos mantiene exentos de aquello que puede ser bueno, como lo que no, dándonos también la facultad de no saber qué es lo uno o lo otro. Viajamos entre aquello que es lo sublime, como lo que es común. Y ese continuo y casi eterno “ir y venir” entre los opuestos de la elevación y de lo inferior hace que pasemos por distintos estados mentales y sentimentales, que nos desestabilizan todo el tiempo hasta que llegamos a uno de los dos extremos. Viajeros incesantes vacilantes somos, aquellos errantes que poseemos una brújula, pero que ésta funciona a ratos, y muy largos. Sí, somos “eso” inconstante que circula entre el paroxismo y la apatía.

lunes, 9 de julio de 2012

El vaso vital


Por: Alfredo Jurado
Vengo pensando en una conversa que me hubiera gustado tener y no pude. Por ende, he decidido plasmarlo aquí. Veo que somos seres que estamos llenos de deseos y que seguimos, de alguna manera, las palabras de Schopenhauer al éste decir: “El mundo es mi voluntad y representación.” Vemos la vida de diversas maneras y formas. Le damos matices cálidos, fríos, tétricos o de furor. Esto me hace pensar en esa típica visión de las oportunidades humanas, en ese vaso que se halla medio lleno o medio vacío. Esto igualmente me hace recordar de una historia inventada en torno al vaso en donde se dice que un optimista lo ve medio lleno, un pesimista lo ve medio vacío; un realista lo ve con líquido dentro de él, un oportunista se toma el contenido del vaso, pero un cínico introdujo un veneno en el vaso, haciendo que el oportunista muriera. La moraleja, no me queda clara, pero no importa. El hecho es que la vida es como ese vaso con ese contenido dentro de él. Si somos seres que deseamos, que percibimos la realidad según nuestros propios designios, nuestra voluntad, entonces nosotros somos quienes llenamos el vaso de cualquier tipo de contenido. Y es nuestro fin tomarnos ese vaso día tras día tras día, haciendo que acabe y que se vuelva a llenar. ¿Por qué sobrevienen a nosotros esos dolores, esas penurias, esos placeres y goces? Porque nuestro vaso se halla con un contenido que nos hace doler o nos da placer. Es como si tuviera una droga que nos hace reír o llorar, conforme hayan pasado los días, el tiempo, la vida. En definitiva, hay veces que deseamos que el vaso esté lleno de más momentos de placer y menos de penurias. Lo cierto es que no podemos permitir un goce continuo o dolor perpetuo, como tampoco podemos evitar beber del vaso.

miércoles, 4 de julio de 2012

Somos jóvenes, mas no eternos


Por: Alfredo Jurado
Tanto ha pasado. Tanto ha acontecido. El tiempo se nos ha ido de las manos, es simplemente increíble. Ahora sólo una idea ronda por nuestras mentes y pensamos en el pronto momento de que se materialice esa idea. La ansiedad nos llena, la euforia se apodera de nosotros. Nos dejamos caer en los sueños eternos tanto en la vigilia como en el dormitar. Reímos, celebramos, bailamos y gritamos: “¡viva!”, ahora la fiesta nos ronda en nuestro ser. Pese a que hay todavía muchas cosas que finiquitar y etc. Miles, seguimos en el sueño inacabable de por fin entrar en este mundo nuevo. Sabemos que la conquista de los españoles, ingleses y franceses durante los siglos que van del XV al XVI más o menos, no fueron fáciles. Muchos menos serán nuestras batallas y retos en el porvenir de la vida. Deberemos estar consientes que: “¡Necesario es vencer!” como lo dijo J.F. Rivas, pero también hay que reconocer que todo es mutable y nada permanece, tal cual lo haya dicho Heráclito. No nos desviemos, grandes amigos, del sendero que ahora la vida nos ha abierto. Usemos todo en nuestro haber para poder guiar la gran conquista y la batalla por la vida. Si deseamos ser algo y alguien, necesario y fundamental es tener fe en nosotros, siempre teniendo en cuenta lo cortas que son las cosas, incluso la vida tiene un fin aunque pensemos que viviremos más allá. De pie, frente en alto, fuera temores por la perdida, abracen la necesidad de la victoria. Ahora es que nos adentramos más y más en las fauces voraces de la vida, que ahora parece tan dura. Después de haber entrado, ser lo que uno quiera ser. Somos jóvenes, mas no así eternos. Tengamos eso presente.

lunes, 2 de julio de 2012

Ante el abismo antes del futuro (2° escrito surrealista)


Por: Alfredo Jurado
Caminando en la nada, a mi alrededor se esparcen en coloridos y fugaces halos, aquellos recuerdos tan distantes que hacen pensar en todo lo acontecido en la vida. Son borrosos y casi indistinguibles, pero sé que son recuerdos, pues en mí hay algo que dice: “los conoces, los has vivido”. ¿Qué otra cosa pueden ser sino sólo eso? Pero incrédulo y encantado por ellos, los sigo y me pierdo en el vasto montón sin fin de un universo carente de “algo”, pero paradójicamente llego a un punto en donde la sensación que viene es abrumadora y donde por fin los recuerdos se esparcen y se pierden. Llego al abismo, a un paso de caer en él. Un abismo tan inmenso y profundo, que no ha visto nunca luz alguna. Me asomo y lo que se representa ante mis ojos es más “nada”. Pero una nada obscura, abrumadora, angustiante, imposible de explicar. Al otro lado yace el otro borde sin fin aparente, que se extiende más allá de donde alcanza la vista. Presiento que, si debo llegar, tendré que saltar a lo profundo. Viene a mí la cuestión de cuál será el verdadero futuro de este ser tan lleno de cuestiones varias: ¿será el abismo el futuro, o será el otro lado el “futuro”? Mi no creencia en el destino hace entonces que reflexione sobre todo. Vuelvo a pensar en los recuerdos y en las enseñanzas que éstos poseen. Aquí ya no valen nada la valentía y la cobardía. Son carentes de sentido, interés y necesidad. Ahora lo que se necesita es inspeccionar la vasta alma y pensar en todas aquellas enseñanzas que han brindado aquellas reminiscencias del pasado muerto ya, que paren al presente y esperan el futuro. Respiro, levanto la mirada con esperanza, doy un paso.