Por: Alfredo Jurado
Hoy
no sé cuántos serán, pero sé que los cumple, sé que celebra un año más de
vivir. Ya andará golpeado, restaurado y embarrado de maquillaje e encandilado
por las luces de los estudios o de su cuarto a los momentos de leer, pero sé
que no le falta nada, se le nota. Ya será mayor y ya nos dará sus puntos de
vista acerca de todo lo que sucede con audaz ojo crítico y con certera
puntería. Pero no creamos mucho de la imagen que este señor da ante las cámaras
y los televidentes, ante los radioescuchas y los millones de personas que
alguna vez hayan visto alguna foto suya; lo que aparenta él no es eso, al
contrario, es más, mucho más que eso y se los digo porque lo he vivido y lo he
presenciado. Su persona y ser, su manera de actuar y hablar, todo él se ha
formado gracias a los beneficios y desdichas de la vida de un hombre cualquiera
que ha logrado pasar los estadios de la vida definidos por Kierkegaard. Sé bien
que al principio, como muchos de nosotros que somos jóvenes, tuvo la actitud de
cualquiera que quiere vivir la vida como aquel que siente no le falta nada y
nunca le faltará. Pero luego quiso pasar a esa parte de la vida del hombre
honrado, moral y bien educado, que lamentablemente la vida le hizo reconsiderar
eso y que lo llevó a despedirse de su patria, de su familia y de todo aquello
que conocía y quería. Pero así, llevado por la angustia, pero con gran fuerza
animal (de ánima, ojo) logró sobreponerse a todo y halló a el Soberano, entendiéndolo
y decidiendo vivir una vida que le provee todo y que le refuerza aquella
creencia de que nunca nada le hará de faltar por el reto del tiempo que viva.
Me he excedido en este escrito, sólo para decirle: feliz cumpleaños hermano,
felicidades.
No dejo de leerlo y de honrarme con tu escrito, porque nunca nadie habia resenado mi vivir y por ello te agradezco desde el afecto y la admiracion a tus tempranos pero a la vez maduros talentos....mil gracias!!!
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