miércoles, 23 de mayo de 2012

Para decir adiós


Por: Alfredo Jurado
Esa canción para muchos es un poco ilusa, porque si se desea despedir, si se desea alejar de alguien, sólo hace falta decir adiós, decirlo y punto. Cuando acaba el amor, el decir adiós se supone que debería ser simple. Pero qué pasa, como ahora que hablamos de una relación “amor/odio” con nuestra patria, cuando queremos decirle a ella: “adiós”. Es difícil; el amor de una persona por su patria, aún en los momentos más adversos, aún con las mejores opciones, aún poseyendo la amargura que pueda generar la situación actual, no se va del todo, ante todo esto, prevalece y prevalecerá siempre. Es un hecho inexorable, aún con todas las barreras que ha puesto el hombre para negarla, negar el sentimiento nacional que tiene una persona por su país. Aunque firmemos un papel de “renuncia”, aunque hablemos otro idioma, aunque tengamos otra casa y otro estilo de vida en otro lugar ajeno al nuestro, en la persona, en nosotros siempre estará esa llama, esa luz que nos dice: “Tu hogar es donde diga tu corazón, pero tu mente te engaña, no es este, es tu lugar de origen”. Pasa ahora, como pasó en la primera mitad del siglo XX, que por órdenes supremas de seres incompetentes, acomplejados y llenos de rabia, confundimos el sentimiento nacional, el nacionalismo, con odio y rencor y violencia. Hoy en día podemos ver toda clase de incoherencias: desde que somos “soberanos” cuando somos sometidos por el peor país del mundo que espero pueda sobresalir algún día: Cuba; hasta ver los grupos terroristas armados que desde el siglo pasado no habían estado en Venezuela y ahora son un virus, independientemente de donde vengan, son un virus, pues dañan la estabilidad social de pueblos civiles. En resumen: si nos vamos pasan dos cosas: volvemos porque escuchamos a nuestro sentimiento nacionalista o simplemente seguimos nuestro propio bienestar y decimos finalmente: “para decir adiós, sólo tengo que decirlo.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario