sábado, 12 de mayo de 2012

Las maletas, un beso y un: “hasta pronto”.


Por: Alfredo Jurado
En estos momentos tal vez Venezuela no sea el mejor lugar para vivir, tal vez no sea un paraíso terrenal, tal vez ya no sea el país que alguna vez fue: uno respetado, querido y en algunos casos, “admirado”. Sí es cierto que estamos en los peores momentos que una nación pueda pasar: experimentamos una especie de dictadura sin ideología claramente definida, la economía está por el suelo y la moneda no vale nada, la seguridad es ahora un anhelo porque es su contraparte, la inseguridad, la que nos azota y nos aniquila más que cualquier otra guerra, la salud aquí ya no sirve, nada sirve, y puedo seguir numerando problemas, pero no lo haré para no desalentar. Lo que se habla en un video reciente, acerca de irse del país y que esto ya es sólo un lugar de despedidas, en cierta medida es cierto, porque lamentablemente estamos sufriendo una huida de toda clase: de profesionales, de familias, de amigos, de luchadores, de venezolanos…estamos casi igual que Cuba. Pero el argumentar que nos vamos o que es de motivo real irse porque no queremos a nuestra propia nación, el irnos porque ahora las fiestas no son de reunión sino de despidos, argumentar que nos vamos porque vimos que otros lo hicieron y que aparentemente les va bien, que nos vamos porque queremos ver que los demás sufran y hagan después el trabajo de reconstrucción, no es argumentar, no es razón para irse a algún lugar lejos de la patria que DEBERÍA ser “siempre” amada, siempre respetada, siempre pensada. Nuestro nacionalismo ahora se halla confundido y amalgamado con el odio y rencor ante aquellos que les van bien porque aprendieron sus lecciones históricas. Ya no sentimos, entonces por nosotros, amor y apego, sino desilusión, rechazo, disgusto, rencor, temor y desesperanza. Para acabar seco: lo dejo hasta ahora por acá.

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