sábado, 5 de mayo de 2012

Continua teatralidad

Por: Alfredo Jurado
De entre los mejores pesimistas, cualquiera les podría decir que: todo está determinado, que vamos a un fin inexorable, que cada vez nos preocupamos de lo efímero de la vida cuando en verdad lo que es seguro es dejar de existir. Vivimos en algo complejo y extraño que llamo “Teatro vívido”. Todos somos actores. Todos estamos ensayando nuestro papel con un guión que se halla en blanco el cual lo escribimos. Y es difícil escribirlo. Para llevar a cabo una “excelente” obra, hace falta que los hilos narrativos estén en concordancia, en forma lineal, con el resto de los demás guiones. Vamos descifrando, escribiendo y borrando lo escrito. Al tener una nueva experiencia la plasmamos en nuestro “guión” y hacemos que el resto de nuestros actos estén influenciados por las experiencias tenidas. ¿Sabemos cuál es nuestro destino; tenemos idea de lo que encontraremos en el futuro; podremos evitar errores del futuro similares a los del pasado sabiendo que somos el único animal que comete un mismo error más de una vez, por no decir más de dos veces?¿Sabremos cuánto deberemos experimentar para decir: “he sufrido” o “soy feliz”? Hallo que, según mi perspectiva, no poseemos un destino, nunca lo hemos poseído, y si lo poseemos, es uno solo y muchos lo consideran de diversas formas. Estamos en un teatro, en una obra sin guión estipulado cuyo nombre nos acongoja y nos hace tener diversas sensaciones, distintas emociones. “VIDA” es la obra y los escritores, productores, directores, tramoyistas, maquilladores, etc., etc., etc., somos nosotros, cuyo único espectador es Dios. Y las cosas que nos asustan, que nos sorprenden, que nos causan disgusto o gusto, son simplemente los cambios de guión repentinos que hacen que debamos volver a nuestra actividad fútil: reescribir y reescribir el guión. Al final, nuestro último capítulo o escena, será determinante, pues dirá todo lo que pensamos de nosotros. El resto, dirá “qué y cómo éramos”.

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