martes, 17 de enero de 2012

Vivo por el Drama

Por: Alfredo Jurado
“Ay, que muchacho tan dramático”, así comenzaría o seguiría la frase de mi madre cuando nos encontramos en algún lugar con alguna amistad. El drama, como parte esencial de mi vida, pienso, me ha ayudado a ver la vida de forma distinta. Muchas personas ven la vida de perspectivas diferentes: Gandhi la veía pacífica, Luther King con un sueño y Louis Armstrong y mi madre de color rosa. Yo veo la vida como un drama. Porque así la sobrellevo, porque me hace gracia, me motiva, me hace reír y llorar, caminar y respirar y sobretodo comer (un gusto muy de lo propio). El drama es para mí lo que el agua es para los peces: aquella energía, sentimiento casi imperceptible, que motiva mi ingenio y mi forma de ser. Tal vez, sí, eso pasa, pueda que exagere las cosas, pero ¿qué es el drama entonces? Para mí, la exageración de forma exponencial de la vida y sus hechos cotidianos. Sin el drama en mi vida, no sé, no podría ser yo, porque a la comedia no me adapto, no estoy para andar siendo un payaso, y el terror no me gusta, me asusta pensar en que puedo asustar a alguien o a mí mismo, por eso el drama me resulta llevadero, porque puede convertir los hechos de la vida, ya de por sí dramáticos y sorpresivos, en hechos aún más sorpresivos y dramáticos, porque, y bien lo dijo una vez mi padre: “Hay veces que la vida misma resulta ser más interesante, más increíble, que la mejor novela nunca antes escrita”, y eso es cierto. La vida sorprende, motiva, aterrar, hace reír y llorar porque es ella misma, porque es aquél bien supremo que se busca así mismo y sólo necesita de algo: del ser humano (con un poco de humor dramático).

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