jueves, 15 de diciembre de 2011

"¡Todos de pie... ahora siéntense!"

Por: Alfredo Jurado
En aquellos días, donde yo contaba la edad de sólo 3 años, mi mamá, mi padre, unos amigos, y yo por supuesto, hicimos un viaje a la isla La Orchila, en donde disfrutamos de lo hermoso de las playas, el clima y un poco del ambiente militar que en ese momento era “honorable”. Mientras paseábamos por las distintas instalaciones, pasamos por un cuarto de puras sillas y un podio. Entonces alguien de nosotros dijo: “Esto debe ser un cuarto de conferencias por el aspecto que tiene”. Y mientras los mayores revisaban las cosas que alrededor se encontraban, yo me dispuse a tomar palabra en el podio. Entonces comencé a ordenarles a todos que tomaran asiento. “Todos de pie… ahora sentados”, esas fueron mis primeras palabras cuando me subí y empecé a relatar nuestro viaje. Incluí en ese pequeño discurso las aves, la playa, lo bien que lo habíamos pasado con los amigos. Que mi papá jugaba con los cangrejos y mi mamá leía y disfrutaba los momentos. Hablé del cielo, las nubes, el mar, de todo. Todo lo hice con la fascinación con que lo haría un niño de sólo 3 años de edad. Fue mi primer gran debut como parlante sin botón de apagado. Hablé, no mucho, no me encadené, pero hablé, porque sentía la inspiración que me daba la presencia de mi papá en la sala, porque quería mostrarle el orgullo que él podría sentir de mí y porque quería mostrar lo bueno que era a los amigos presentes. A todos les gustó mi pequeño “discurso” porque, claro, me daban consejos y yo los hablaba en público y entonces ya cuando quería terminar, me dijeron: “Debes terminar con un buen cierre”, entonces dije mi frase célebre: “¡Y para finalizar, los quiero con todo mi corazón!” Seríamos 5 personas, pero el cuarto se calló en aplausos.

martes, 6 de diciembre de 2011

Algún día

Por: Alfredo Jurado
Algún día podremos ver lo que se nos ha prometido ver. Algún día seremos libres de poder decir lo que sea sin que eso traiga alguna consecuencia negativa. Algún día, seremos capaces de verdaderamente diferenciar entre lo bueno y lo malo. Seremos capaces de aceptarnos, de querernos, de respetarnos, de convivir juntos. Algún día podré decir “Te amo” o “Te odio” con una gran sonrisa en la cara que verdaderamente refleje el gran cariño y aprecio que siento hacia una persona, y tú también podrás hacerlo. Algún día llegaremos a aquella utopía en donde cada hombre y mujer podrá vivir como muchas personas han querido vivir: bien. Podremos romper las cadenas de la ignorancia y el ego y la prepotencia, podremos comprendernos entre sí, podremos ayudarnos. Algún día se verá que el mundo no esté lleno de tantos pros y contras. Podremos ver que las murallas serán cambiadas por puentes y en vez de estar reforzadas con armas, estarán reforzadas con bases fuertes, firmes e inquebrantables. Algún día, cualquier vestigio de tiranía, de dictaduras, de represiones y de revoluciones innecesarias quedaran olvidadas, no por la “amnesia de los pueblos”, sino porque por fin aprendimos que eso no lleva nada, quita todo, y deja vacíos inmensos en los corazones de las sociedades. Podremos vernos, algún día, no como un animal pensante, ni un ente material, ni mucho menos como una “cosa”… podremos vernos como lo que somos, como nos creó el Gran Creador, nos veremos como un conjunto de todo lo anteriormente dicho, seremos un ser lleno de a lo que lo material se refiere como a lo de la esencia hacen alusión varios filósofos. Seremos “aquello” que sueña, siente, experimenta, piensa, razona, habla, actúa, se mueve y se queda quieto, aquello que todos denominamos “ser humano”.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Mamón no es girasol

Por: Alfredo Jurado
Sentado y pensando, me di cuenta, que así como mi hermano dice: “Las buenas intenciones no preñan”, asimismo digo: “Mamón no es girasol”. Ahora, esto me llegó por algo de lo que se vive el día a día. Hoy, por ser un día de asueto, me he propuesto varias cosas que hacer, de las cuales, ninguna he llevado a lo material. No son cosas que se puedan considerar de carácter dificultoso, porque no lo son. El simple hecho de visitar a unos amigos o nadar un rato no son actividades difíciles, aunque los amigos no vivan cerca y el cielo no dé indicios de claridad. Pero son, esas decisiones, mamones. Porque, así como el mamón da vueltas en la boca de una persona o como el típico dicho venezolano: “Dando más vueltas que mamón en boca e' vieja”, las ideas daban vueltas en mi cabeza, las pensaba, las reflexionaba, me adentraba en ellas un rato largo y sin apuro, pensando en ellas y cómo las iría a materializar. Pero a causa de mi gran flojera y por el día de descanso que se dio casi caído del cielo y el cual, en parte agradezco, en parte no me agrada la causa, decidí dedicarme a la vagancia y descanso, recuperándome nuevamente de mi cansancio académico, y por lo tanto, no parar en cuenta de las ideas de mi mente. Ahora, ¿en dónde entra el girasol en todo esto? Si no se ha notado, en todo; porque el girasol florece, florece como lo debería hacer una acción después de una determinada acción razonada, florece como lo debería hacer mi disposición para llevar a cabo las ideas propuestas por mi persona, florece porque lo riegan y lo abonan con determinismo y ganas de ponerse en acción… Pero hoy, el girasol decidió ser lo que no es, ser mamón.