Por: Alfredo Jurado
Me
pregunto: ¿son realmente efímeras y limitadas las palabras que alguien pueda
usar para expresar todo lo concreto de alguna parte tan movida de su vida, a
tal punto de quedar sin sustancia y sin espacio donde pueda manifestarse? Creo
que sí. El tiempo tan largo y convulsionado que mi persona ha experimentado, me
impide, de gran forma, explicarme con claridad la manera en que fui extranjero
en tierra lejana y cómo me sentí extranjero incluso en mi propio país. De cómo
consentí el hecho de ser feliz por no vivir en un mundo feliz, sino en el que
vivimos. De cómo caí en la realidad de algo no correspondido, de haber esperado
tanto sólo para caer en la tristeza, la desolación, la perdida y el vacío por
el hecho de ser derrotado en campos que escapaban de mi control. Quedo atónito
ante todo lo que acontece, quedo perplejo, inmóvil, porque la realidad mía se
mueve a tan altas revoluciones que, incluso sabiendo que vivo lo que vivo, me parece
mentira, me parece irreal. Tal vez estoy como estoy ahora porque no sé cómo
expresar lo inexpresable, lo difícil que es contar y rememorar, sin salirme del
corte real que vivimos, lo que yo individualmente viví. Me es difícil escribir
estas palabras porque simplemente no las tengo, no hay palabras, no hay manera
en que yo pueda trasquilar este león tan inmenso que me ha venido encima y el
cual debo trabajar. No me es fácil, ahora, el expresarme concretamente, dando
vueltas sobre mis dos meses en Suiza, Italia y España; vueltas sobre el
comienzo de mi nueva vida académica en la cual siento que he encontrado
finalmente compresión e igualdad; sigo dando vueltas al asunto de “¿por qué no
ganamos, cómo perdimos, cómo saldremos, por qué nos pasa esto?”. Simplemente no
encuentro, no hallo, estoy sin palabras.